Era una fría y oscura noche. El viento
se hacia escuchar entre las ramas de los pinos de la arboleda que
regia el pueblo desde lo alto de la colina. De cuando en cuando, el
aullido de alguna alimaña que habitaba los aledaños de la aldea
rompía la monótona melodía del murmullo del fuerte aire en la
vieja y oxidada veleta del campanario de la iglesia.
se hacia escuchar entre las ramas de los pinos de la arboleda que
regia el pueblo desde lo alto de la colina. De cuando en cuando, el
aullido de alguna alimaña que habitaba los aledaños de la aldea
rompía la monótona melodía del murmullo del fuerte aire en la
vieja y oxidada veleta del campanario de la iglesia.
A esas horas, ni gato ni perro, ni
vaca ni buey, ni oveja ni cabra, ni alma que lleva o trae el
mismísimo diablo, se atrevería a pasear por las oscuras y
pedregosas calles, unicamente iluminadas por algún rayo de luna que
furtivamente se escapaba entre el espeso manto de nubes, y que se
reflejaba en el frio y húmedo suelo de adoquines de piedra que
conformaban sus calzadas.
vaca ni buey, ni oveja ni cabra, ni alma que lleva o trae el
mismísimo diablo, se atrevería a pasear por las oscuras y
pedregosas calles, unicamente iluminadas por algún rayo de luna que
furtivamente se escapaba entre el espeso manto de nubes, y que se
reflejaba en el frio y húmedo suelo de adoquines de piedra que
conformaban sus calzadas.
No había escuela en ese pueblo, pero
si una pequeña iglesia que en su tiempo, cuando hubo niños, cumplía
con la función educadora, ademas de contar con su respectivo
cementerio, donde todavía se enterraba a los pobres desgraciados,
victimas del inevitable destino del hombre, en tumbas escavadas en el
suelo y no en nichos.
si una pequeña iglesia que en su tiempo, cuando hubo niños, cumplía
con la función educadora, ademas de contar con su respectivo
cementerio, donde todavía se enterraba a los pobres desgraciados,
victimas del inevitable destino del hombre, en tumbas escavadas en el
suelo y no en nichos.
Las leyendas, o quizá los testimonios
de los ancianos del pueblo, que todavía a la lumbre de un fuego en
una cocina de leña cuentan a sus nietos cuando les visitan desde la
gran ciudad, relatan que en la parte trasera del cementerio, un
pequeño puente hecho por maderas y cuerdas, casi centenarias,
sorteaba un riachuelo que marcaba el fondo de un barranco lleno de
zarzas y maleza, proporcionando camino a un pequeño bosque, denso
como la oscuridad, y oscuro como las tinieblas. Tan oscuro como su
nombre. El bosque de la cueva de san fausto.
de los ancianos del pueblo, que todavía a la lumbre de un fuego en
una cocina de leña cuentan a sus nietos cuando les visitan desde la
gran ciudad, relatan que en la parte trasera del cementerio, un
pequeño puente hecho por maderas y cuerdas, casi centenarias,
sorteaba un riachuelo que marcaba el fondo de un barranco lleno de
zarzas y maleza, proporcionando camino a un pequeño bosque, denso
como la oscuridad, y oscuro como las tinieblas. Tan oscuro como su
nombre. El bosque de la cueva de san fausto.
Ese puente, es un puente solo de ida.
Y que no siempre se encuentra. Solo en algunas noches de plenilunio
algunos que en las fechas de difuntos se acercaban al camposanto para
adecentar, acompañar y rezar a los suyos, dicen haber visto como en
la oscuridad, la luna refleja los brillos del rocío que reposan
sobre el cordaje del puente, dejando ver al final del mismo una
pequeña vela encendida que esboza un sinuoso y escarpado sendero que
se adentra en el bosque.
Y que no siempre se encuentra. Solo en algunas noches de plenilunio
algunos que en las fechas de difuntos se acercaban al camposanto para
adecentar, acompañar y rezar a los suyos, dicen haber visto como en
la oscuridad, la luna refleja los brillos del rocío que reposan
sobre el cordaje del puente, dejando ver al final del mismo una
pequeña vela encendida que esboza un sinuoso y escarpado sendero que
se adentra en el bosque.
De estos, los que lo cruzaron nunca
regresaron, y los que pudieron contarlo fueron los que corrieron
despavoridos ante semejante aparición.
regresaron, y los que pudieron contarlo fueron los que corrieron
despavoridos ante semejante aparición.
Pues cuentan estos ancianos, que En la
antigüedad, cuando los primeros romanos se instalaron en un
campamento en los alrededores de Vicus, a la espera del resultado del
asedio al que tenían sometida a la ciudad para poder arrebatársela
al pueblo Celta que duro varios años, se dieron cuenta de que poco a
poco, de año en año, coincidiendo con el fin del año Celta,
desaparecían tropas enteras de legionarios, que se adentraban en el
bosque, sin dejar absolutamente ningún tipo de rastro de batalla,
sangre o incluso cadáver que hiciese lógico el hecho, que
naturalmente debían comunicar a roma para que esas tropas fuesen
reemplazadas y proseguir así con la expansión de su imperio.
antigüedad, cuando los primeros romanos se instalaron en un
campamento en los alrededores de Vicus, a la espera del resultado del
asedio al que tenían sometida a la ciudad para poder arrebatársela
al pueblo Celta que duro varios años, se dieron cuenta de que poco a
poco, de año en año, coincidiendo con el fin del año Celta,
desaparecían tropas enteras de legionarios, que se adentraban en el
bosque, sin dejar absolutamente ningún tipo de rastro de batalla,
sangre o incluso cadáver que hiciese lógico el hecho, que
naturalmente debían comunicar a roma para que esas tropas fuesen
reemplazadas y proseguir así con la expansión de su imperio.
Después de la conquista de Vicus,
muchos campamentos de los alrededores fueron abandonados para llenar
la nueva ciudad, excepto ese, donde las tropas se quedaron por orden
expresa del emperador romano para custodiar el bosque y cavar un foso
a su alrededor tan profundo que pudiese contener un rio que lo
rodease, aislándolo para que ningún hombre o animal se internase o
saliese de él.
muchos campamentos de los alrededores fueron abandonados para llenar
la nueva ciudad, excepto ese, donde las tropas se quedaron por orden
expresa del emperador romano para custodiar el bosque y cavar un foso
a su alrededor tan profundo que pudiese contener un rio que lo
rodease, aislándolo para que ningún hombre o animal se internase o
saliese de él.
Con el paso de los siglos, por orden
del papado de roma, fue bendita el agua de ese rio y se proyectó la
construcción de un monasterio donde hoy no queda mas que una
iglesia, Para continuar con la labor de custodia de ese misterioso
bosque por parte de la institucion eclesiastica.
del papado de roma, fue bendita el agua de ese rio y se proyectó la
construcción de un monasterio donde hoy no queda mas que una
iglesia, Para continuar con la labor de custodia de ese misterioso
bosque por parte de la institucion eclesiastica.
A mediados del siglo XVI un fraile
decidió terminar con el misterio ya que todavía en la fecha se
denunciaban gritos, sonidos espeluznantes, procesiones de luminarias
inexplicables, resplandores que provenían del bosque y que, al
coincidir con el fin del año Celta, la iglesia romana lo tomaba
como una maldición por haber ocupado esas tierras en la antigüedad,
según rezaban los manuscritos que se apilaban en la biblioteca del
monasterio.
decidió terminar con el misterio ya que todavía en la fecha se
denunciaban gritos, sonidos espeluznantes, procesiones de luminarias
inexplicables, resplandores que provenían del bosque y que, al
coincidir con el fin del año Celta, la iglesia romana lo tomaba
como una maldición por haber ocupado esas tierras en la antigüedad,
según rezaban los manuscritos que se apilaban en la biblioteca del
monasterio.
Así, el fraile Fausto reunió en un
grupo a los monjes mas jóvenes y se dispuso a explorar el bosque
coincidiendo con esas fechas, para lo que ordenó construir un puente
que atravesase el rio que separaba el cementerio del bosque, la vida
de la muerte, el bien del mal.
grupo a los monjes mas jóvenes y se dispuso a explorar el bosque
coincidiendo con esas fechas, para lo que ordenó construir un puente
que atravesase el rio que separaba el cementerio del bosque, la vida
de la muerte, el bien del mal.
Semanas mas tarde, cuando el puente
estuvo terminado y el calendario celta terminaba su última jornada,
Fausto y su grupo de monjes equipados con provisiones para varios
días, con biblias, crucifijos, teorías, mucho miedo y fe cruzaron
el puente y se adentraron en el siniestro bosque.
estuvo terminado y el calendario celta terminaba su última jornada,
Fausto y su grupo de monjes equipados con provisiones para varios
días, con biblias, crucifijos, teorías, mucho miedo y fe cruzaron
el puente y se adentraron en el siniestro bosque.
Un frio estremecedor les recorrió a
todos justo en el momento de pisar el otro lado. Como si el atardecer
se adelantase varias horas, unicamente se podían adivinar siluetas
de arboles y arbustos como en una eterna hora crepuscular que hacia
difícil el encontrar cualquier camino de vuelta.
todos justo en el momento de pisar el otro lado. Como si el atardecer
se adelantase varias horas, unicamente se podían adivinar siluetas
de arboles y arbustos como en una eterna hora crepuscular que hacia
difícil el encontrar cualquier camino de vuelta.
Sin duda, los monjes caminaban bien
cerca unos de los otros, atados con una cuerda como en una ristra,
para que ninguno faltase del grupo sin que el resto se diese cuenta.
cerca unos de los otros, atados con una cuerda como en una ristra,
para que ninguno faltase del grupo sin que el resto se diese cuenta.
A medida que se adentraban en el
bosque, que aparentemente desde fuera no era tan grande, este se
hacia inmenso y profundo, frio y oscuro, donde ni el sol se atrevía
a posar sus rayos, pero lo mas extraño, era su silencio. Un silencio
como de muerte eterna, un silencio que casi gritaba desesperado de
dolor. Un silencio que no era roto ni por el viento que azotaba las
ramas ni por los pasos de los monjes.
bosque, que aparentemente desde fuera no era tan grande, este se
hacia inmenso y profundo, frio y oscuro, donde ni el sol se atrevía
a posar sus rayos, pero lo mas extraño, era su silencio. Un silencio
como de muerte eterna, un silencio que casi gritaba desesperado de
dolor. Un silencio que no era roto ni por el viento que azotaba las
ramas ni por los pasos de los monjes.
La brújula no funcionaba, y apenas
sabían que había anochecido por el resplandor plateado de la luna
en las nubes, en un pequeño claro por el que habían pasado ya como
unas 5 veces.
sabían que había anochecido por el resplandor plateado de la luna
en las nubes, en un pequeño claro por el que habían pasado ya como
unas 5 veces.
Decidieron pues acampar en ese claro,
descansar y esperar al día siguiente para proseguir con la
expedición. Mas o menos en la media noche, Fausto y su grupo se
despiertaron sobresaltados por un estruendoso temblor que los había
hecho rebotar literalmente del suelo.
descansar y esperar al día siguiente para proseguir con la
expedición. Mas o menos en la media noche, Fausto y su grupo se
despiertaron sobresaltados por un estruendoso temblor que los había
hecho rebotar literalmente del suelo.
Los arboles que rodeaban el claro
enzarzaron sus ramas cubriendo el cielo como una maraña de sombras,
y al fondo del mismo, una cueva se había abierto en un pequeño
montículo de roca creado de la nada de la que manaba un intenso olor
azufre, sangre y podredumbre. Fausto vio como de la cueva aparecía
un ser enorme, de morfología medio humana medio animal, de enorme
musculatura que lucia sin piel, dejando nervios y tendones a la vista
el cual portaba en una de sus cuatro manos una suerte de cetro o
antorcha con una luz entre azulada y blanquecina que incluso llegaba
a cegar.
enzarzaron sus ramas cubriendo el cielo como una maraña de sombras,
y al fondo del mismo, una cueva se había abierto en un pequeño
montículo de roca creado de la nada de la que manaba un intenso olor
azufre, sangre y podredumbre. Fausto vio como de la cueva aparecía
un ser enorme, de morfología medio humana medio animal, de enorme
musculatura que lucia sin piel, dejando nervios y tendones a la vista
el cual portaba en una de sus cuatro manos una suerte de cetro o
antorcha con una luz entre azulada y blanquecina que incluso llegaba
a cegar.
Cuando fausto, que estaba tan
paralizado como el resto del grupo vio aquello, pensó realmente que
se encontraba justo delante del mismísimo demonio. Pero mas se
estremeció cuando de la cueva comenzó a salir una procesión de
cientos de personas, vestidos con blancas túnicas que parecían
resplandecer en la oscuridad a la luz del cetro de aquella bestia.
paralizado como el resto del grupo vio aquello, pensó realmente que
se encontraba justo delante del mismísimo demonio. Pero mas se
estremeció cuando de la cueva comenzó a salir una procesión de
cientos de personas, vestidos con blancas túnicas que parecían
resplandecer en la oscuridad a la luz del cetro de aquella bestia.
Cuando comenzaron a caminar hacia
ellos, Fausto, recordando los escritos que había leído cuando
custodiaba la librería del monasterio sobre historias de procesiones
de las almas en pena que desde la antigüedad se habían manifestado,
se arrodilló ante el semejante espectáculo sin dejar de
encomendarse al todo poderoso balbuceando rezos y agarrándose a la
cruz que llevaba colgando en su rosario. Vio sin embargo estupefacto,
como el resto de monjes caminaban como cuerpos sin vida, atraídos
por la luz que manaba del cetro del enorme ser, formando parte así
de la procesión que marchaba ahora en dirección al monasterio.
ellos, Fausto, recordando los escritos que había leído cuando
custodiaba la librería del monasterio sobre historias de procesiones
de las almas en pena que desde la antigüedad se habían manifestado,
se arrodilló ante el semejante espectáculo sin dejar de
encomendarse al todo poderoso balbuceando rezos y agarrándose a la
cruz que llevaba colgando en su rosario. Vio sin embargo estupefacto,
como el resto de monjes caminaban como cuerpos sin vida, atraídos
por la luz que manaba del cetro del enorme ser, formando parte así
de la procesión que marchaba ahora en dirección al monasterio.
Fausto corrió todo lo que pudo,
desandando sus pasos para poder llegar al puente antes que la
procesión pero fue inútil. Cuando llegó el monasterio estaba
desierto. No quedaban nada mas que un sepulcral silencio, y las
almas se dispersaban en varias filas, recorriendo los caminos de los
pueblos, llevándose consigo a todo aquel que se cruzase en su
camino.
desandando sus pasos para poder llegar al puente antes que la
procesión pero fue inútil. Cuando llegó el monasterio estaba
desierto. No quedaban nada mas que un sepulcral silencio, y las
almas se dispersaban en varias filas, recorriendo los caminos de los
pueblos, llevándose consigo a todo aquel que se cruzase en su
camino.
El monje lloró desconsolado por lo
que había hecho, se maldijo y maldijo el puente que había ordenado
construir. Así que el mismo esperó a que regresase la bestia y sus
procesiones para prenderle fuego al puente mientras ésta estuviese
cruzando.
que había hecho, se maldijo y maldijo el puente que había ordenado
construir. Así que el mismo esperó a que regresase la bestia y sus
procesiones para prenderle fuego al puente mientras ésta estuviese
cruzando.
Preparó una hoguera, vació una
calabaza que había en la huerta y la lleno de aceite para lamparas.
La encendió y esperó escondido a que las almas en pena hubieran
cruzado el puente de regreso. Cuando llegó el turno de la bestia,
Fausto salió de su escondite y lanzó la calabaza bañando a la
bestia de aceite ardiendo que se extendió por el puente, provocando
un incendio tal, que arrasó incluso el monasterio no dejando mas que
sus cimientos donde se levanta ahora la iglesia de San Fausto, sobre
una capilla que construyó el propio fausto para pasar allí sus
últimos días, escribiendo su historia y las cosas que había podido
leer en los libros que habían desaparecido en el incendio del
monasterio.
calabaza que había en la huerta y la lleno de aceite para lamparas.
La encendió y esperó escondido a que las almas en pena hubieran
cruzado el puente de regreso. Cuando llegó el turno de la bestia,
Fausto salió de su escondite y lanzó la calabaza bañando a la
bestia de aceite ardiendo que se extendió por el puente, provocando
un incendio tal, que arrasó incluso el monasterio no dejando mas que
sus cimientos donde se levanta ahora la iglesia de San Fausto, sobre
una capilla que construyó el propio fausto para pasar allí sus
últimos días, escribiendo su historia y las cosas que había podido
leer en los libros que habían desaparecido en el incendio del
monasterio.
Dicen que fue a partir de su muerte
cuando el alma del propio Fausto sale ahora de la cueva del infierno
cada 31 de octubre, o fin del año celta, ordenando a sus monjes
levantar otra vez el puente que une la vida y la muerte para poder
reencontrarse con el mundo de los vivos y dirigir las procesiones de
almas en pena, llevándose consigo a los que osen no arrodillarse
ante ellas.
cuando el alma del propio Fausto sale ahora de la cueva del infierno
cada 31 de octubre, o fin del año celta, ordenando a sus monjes
levantar otra vez el puente que une la vida y la muerte para poder
reencontrarse con el mundo de los vivos y dirigir las procesiones de
almas en pena, llevándose consigo a los que osen no arrodillarse
ante ellas.